miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ron

Un día mi niño crecerá y reinventará su vida y generosamente haré que la pena de verlo ir no se note, para que él vaya tranquilo.

Ron, separo de manera concluyente los instantes de mi vida.

Él fue mi Guerra de Independencia, mi propia revolución, la roca a la que me así más fuertemente y mi mayor fragilidad; mi 30 de abril mi 17 de diciembre, el más dulce consuelo, mi mayor alegría.

Ron llegó sin ser exactamente invitado y se acomodó como pudo en el sitio más importante de mi mesa, eligió la música, encendió una luz y apagó otras, para él organicé un menú, cerré la pista de baile y nos quedamos en el centro César y yo, para danzar a su alrededor, a su ritmo; en la fiesta sublime, maravillosa e inolvidable de su nacimiento y de su infancia.

Y a medida que pasa el tiempo, va aumentando la distancia que lo define y lo convierte en él mismo, hasta que un día él decida vaciar los estantes de su ropa y llevarse sus discos y ya no sea preciso ordenar nada suyo, porque ha crecido y debe vivir su propia vida; por eso  cuando el duerme, algo en mi interior busca desesperadamente una estrategia, para sentir que todo estará bien, cuando crezca; cuando los años pasen y también cuando el mismo envejezca, cuando ya no esté yo para protegerlo, porque un día mi vida se apagará y qué angustia, necesito imaginarme que cuando mis fuerzas ya no sean suficientes habrá alguien más que lo acompañe, lo cuide y lo ame; porque cuando eso pase, él será frágil.

Ron definitivamente cambió nuestra vida, pero aun va con nosotros a todas partes y yo debo ignorar que a partir de un día, solo lo podremos ver ocasionalmente y estoy convencida de que ese día debe ser tan hermoso como aquel en que se instaló en nuestra vida y cambió nuestras cosas.

Seducción

Seducida por mi propia muerte, enamorada de mi avatar, que desprendido de mi realidad angustiante, se muestra fugaz, pero claro y fascinante; es un motivo suficiente para saber que esos breves instantes en aquel sitio inventado, superan lo mejor que he podido experimentar y sentir.


Por lo que me atrevo a afirmar que la cálida paz y la inigualable armonía que lo cubren todo, conforman la felicidad perfecta; propia de un mundo en el cual la felicidad está al alcance de todos, donde sin embargo, algo en el alma duele, incomprensiblemente; en ese mundo perfecto, en el que sobra la conciencia y a la vez, falta a todo sentido, porque la felicidad es un estado puro e inespecífico.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ausencia

Toda clase de cosas salieron de los cajones de sus muebles ...fotos, papeles y recuerdos..., pero nada entre sus cosas que me perteneciera. 
Que raro, porque cuando me fui de su casa, nada me lleve.

De pronto me senti desarraigada, desposeida y completamente triste
y fui a mirarme al espejo para constatar que aun existo.