lunes, 19 de julio de 2010

Agridulce

Las vivencias de los últimos días me conducen a reflexionar en como nuestro cuerpo, parece anticiparse a nuestra conciencia y transcribe en secreto nuestra realidad cotidiana.

Es simple descifrar ese lenguaje, a veces basta con detenerse ante el espejo y buscar un indicio, algún brillo travieso en la mirada, que delate la existencia de un ser que se gesta en nuestro cuerpo y que juega a esconderse.

Que divertido descubrir la presencia de esos pequeños espíritus que son delatados por una luz hermosa y celebrar diciendo, como cuando juegan los niños: "uno, dos, tres, por ... que está en ...".

Es fantástico entender ese lenguaje y compartir la noticia de esperar un hijo con frases sencillas, como: "Uno, dos, tres, por Tristan que está en mi cuerpo"... eso fue dulce, como hoy es agrió (y amarga); el sentir que en menos de uno, dos, tres, ha desaparecido.

Porque sencillamente sólo eso le correspondía vivir, nueve semanas para que mi Tristan pudiera alcanzar la luz y danzar con el ritmo del sonido eterno y unos segundos para que yo descifrara que se marchaba; por lo que precisé ocuparme de otras cosas, para dejarlo ir, ignorando esa sensación agridulce.